
La Escuela de los niños de Montegrande-Chile
La simplicidad del gesto silencioso de Doris Atkinson
07.04.2014 22:277 de abril. Una mañana distinta para la Escuela Gabriela Mistral de Montegrande. Se inició con una ceremonia en la que participaron delegaciones de estudiantes de diferentes escuelas de la comuna de Paihuano. Sin embargo, para la Escuela que alberga a los niños y niñas de Montegrande el día era para Lucila, la niña que hablaba a ríos y de Gabriela, la que alcanzó reinos de verdad.
Hoy se conmemoraban 125 años del nacimiento de la poetisa Gabriela Mistral, por esos los niños de Montegrande mostraron sus rondas, declamaron sus poemas y danzaron al ritmo de sus palabras musicalizadas.
Después vino la romería. Un sendero que llevaba al sitio donde descansan sus restos y los de Yin Yin. En cada peldaño que asciende al lugar, dos niños por cada peldaño, flanqueaban el paso de autoridades, comunidad y estudiantes que se hacía presente para homenajear a nuestra Premio Noble. Y es que Gabriela estaba de cumpleaños, por eso el regalo de las flores, por eso, el vestuario formal de los niños y niñas de Montegrande, por eso la serena y respetuosa conducta de los participantes.
Así, después de la ceremonia, todos volvieron a sus quehaceres. En la Escuela de Montegrande, cada curso volvió a escuchar la enseñanza de sus profesores. Sin embargo, de sorpresa, cuando eran las 3 de la tarde, una visita inesperada sorprende a todos. Nadie en Chile sabía que cuatro mujeres se hacían presentes en el Valle de Elqui, el día del cumpleaños de Gabriela.
Con una sencillez apabullante, con la simpleza de un ser grande, con la emoción de quien sólo quería estar cerca de los niños y niñas que tanto amó la poetisa, así, sin flash, sin maquillaje, sin farándula ni parafernalia, sin cámaras (tan sólo la de ella), Doris Atkinson se sentó en una simple silla y escuchó atenta los poemas que recitaron los niños, observó los bailes que le mostraron los estudiantes sin los trajes de la mañana, a medio vestir, sin un libreto, tan sólo acompañada con la espontaneidad de la respuesta a la sorpresa. El silencio era único porque en su inocencia, cada uno de los estudiantes, sabía que quienes se sentaron allí eran personas importantes y aunque Doris no entendiese el español se dieron cuenta de lo que sentía la sobrina de Doris Dana, la persona más cercana a Gabriela.
Hoy ella estaba de cumpleaños y la emoción de este día recorrió cada alma. Doris vino a la fiesta, Doris trajo la presencia de su tía. Gabriela hoy tuvo su fiesta y debe haber sonreído feliz viendo que en el rincón del valle, en su amado pueblo de Montegrande, quien trajo a Chile su vida misma, la esencia de su ser, llegó a saludarla con humildad, sencillez, con ojos llenos de lágrimas, sintiendo la presencia de nuestra viajera errante que quiso que la Escuela de Montegrande, fuese el lugar de la verdadera celebración de su nacimiento. Acá, entre niños y con las personas que han sabido reconocer su valía, más allá de su poesía y que la amaron sin condiciones, tan sólo por su humanidad, por su valía como ser viva, apasionada, osada, rebelde, una adelantada a su tiempo, la precursora de tiempos nuevos. Quienes así lo sintieron, tal como Doris y Susan Smith, vinieron a decirle “Feliz cumpleaños, Lucila, feliz cumpleaños, Gabriela”
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